A medida que cumplimos años, el funcionamiento del sistema cognitivo va cambiando y madurando hasta cuando se alcanza la edad adulta. Se considera que hasta los 25 años continúa esta maduración, alcanzando un punto de máximo y óptimo desarrollo funcionamiento. a partir de esta edad se produce un declive progresivo. Este declive es natural y no tiene por qué ser patológico, ya que no llega a afectar al funcionamiento de la persona en su vida cotidiana. En general, no somos conscientes de cómo va variando nuestra capacidad cognitiva a lo largo de los años, ya que esta progresiva modificación no suelen generar cambios en cómo afrontamos y percibimos las tareas de nuestro día a día. Sin embargo, si que existe una edad en la que los cambios se hacen más evidentes.
Cuando se llega a una edad adulta tardía, que suele coincidir con la edad de la jubilación en muchas personas, comienzan a notarse diferencias en el funcionamiento del cuerpo y el cerebro. Los cambios físicos son más evidentes, y además pueden generar cierto nivel de afectación de la independencia de la persona (por ejemplo, reducción en la movilidad por alguna enfermedad física, necesidad de adaptación de los entornos familiares debidos a los cambios…). Sin embargo, los cambios cognitivos asociados a la edad los suele percibir la persona que los tiene, y no generan afectación de sus rutinas ni actividades cotidianas. El cambio cognitivo asociado a la edad más frecuente es la reducción en la velocidad de procesamiento de la persona. Esta es una función cognitiva muy importante para el correcto funcionamiento cognitivo, y se puede decir que está presente en todos los procesos implicados en él.
La velocidad de procesamiento se define como el tiempo necesario para procesar y dar respuesta a los estímulos de manera eficaz, y cuando se ve enlentecida va a implicar una necesidad mayor de tiempo para poder ejecutar diferentes tareas o actividades. En el día a día, esto se puede ver en la necesidad de mayor tiempo para dar respuestas durante una conversación, o para planificar una actividad, por ejemplo. Sin embargo, el hecho de la velocidad se vea reducida, no es patológico ni sinónimo de deterioro cognitivo.
Otro cambio cognitivo asociado a la edad es en la memoria. En muchas ocasiones, las personas adultas notan más dificultad para recordar o aprender información nueva, especialmente si es irrelevante o se encuentra descontextualizada. No obstante, aunque existan cambios cognitivos normales en el envejecimiento no patológico, se pueden observan alteraciones en el funcionamiento que pueden ser tomadas como signos de alarma, ya que no son normales en un envejecimiento saludable, y suelen ser indicativos de algún tipo de deterioro cognitivo o enfermedad neurodegenerativa incipiente. ¿cuáles son estas señales de alarma?
En nuestra clínica, contamos con una serie de valoraciones y pruebas especializadas para detectar y evaluar posibles problemas cognitivos y neurodegenerativos en nuestros pacientes. Estas valoraciones incluyen pruebas neuropsicológicas, cuestionarios de evaluación del funcionamiento cognitivo y pruebas de memoria, atención, lenguaje y otras funciones cerebrales. Nuestro equipo de profesionales altamente capacitados utiliza estas herramientas para identificar de manera precisa y temprana cualquier señal de alarma que pueda indicar un deterioro cognitivo o una enfermedad neurodegenerativa incipiente. Con estas evaluaciones, podemos proporcionar un diagnóstico preciso y elaborar un plan de tratamiento adecuado para nuestros pacientes.